Quizás no sea la enfermedad más vistosa.
Tampoco tiene que ser la más colorida,
llamativa o lasciva.
Pero si sé que es venenosa, que te duele
por dentro y no para. Te llega al alma,
cautiva, y dispara.
Ni la nombran ni apellidan, solitaria.
Camina en la noche, larga y leve,
prendida, cazada.
Quien la padece destila tristura
en las miradas, huele, colorea;
acomoda el aire.
No tiene hora, ni edad, ni partida.
Sonámbula, se hace hueco
y parece dormida.
Dejadla, porque aun teniendo destreza
en versos, melodías sonadas;
ella es rebelde, animal y alocada.