20081117

ppl's

Entonces esa mujer con el plumas amarillo se empezó a pasear. Delante de mi, solitaria y lenta, pesada en sus pasos. Me miraba. Yo estaba apoyada en un cochecito rojo para niños, la corriente de la calle parecía húmeda. Supuse que llovía. Esperaba, esperaba a que llegara el momento en el que ella se acercara y me soltara todo lo malo que la estaba pasando. Mi paciencia se agotaba. Cada vez movía más las piernas. Tenía frío joder, y sabía que ella no tenía ganas de contarme todo aquello. La conozco, de las calles, plazas y estaciones. La gente pasaba entre nuestras caras, y aun siendo conscientes de todo esto, ella se sumergió en la muchedumbre y se acercó. Estropajoso y quemado, su pelo parecía que la fuera a comer. Estaba tísica, pero me gustaba su mirada. Es de esas personas que te miran a lo ojos y te clavan. Mientras ella hablaba observaba su boca moviendose, relentizada. Sus ojos vidriosos, su cara. Fue en ese momento cuando me di cuenta. Lo que me pasaba era que me habia enamorado de la gente.

2 comentarios:

  1. Es en las distancias cortas cuando el desgaste comienza. La gente se vuelve repulsiva, y a mí me da por hacer gala de un particular humor ácido lo que demonios sea.

    Sí, debería compilar toda esta mierda y venderla en algún tipo de formato. Tal vez lo haga. Tal vez, primero, algún día me lea Diga 33. Gracias por la recomendación.

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  2. Es en las distancias cortas cuando el desgaste comienza. La gente se vuelve repulsiva, y a mí me da por hacer gala de un particular humor ácido o lo que demonios sea.

    Sí, debería compilar toda esta mierda y venderla en algún tipo de formato. Tal vez lo haga. Tal vez, primero, algún día me lea Diga 33. Gracias por la recomendación.

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